Los molinos de trigo, las descascaradoras de arroz, los ingenios de azúcar, las secadoras y tostadoras de café, las despepitadoras de algodón y los molinos de aceite, siguieron siendo propiedad de los antiguos dueños de la tierra, es decir, de los enemigos de los ejidatarios. No sólo, sino que muchas de las grandes empresas de la Revolución debieron haberse inspirado en la idea fija de que la Reforma Agraria debía tener éxito a todo.
trance: mucha parte de la obra educativa debió haberse hecho en torno a los ejidos; jamás construir carreteras con meros fines turísticos sin haber concluido antes cuantas necesitaran los ejidos para lograr sus fines económicos y sociales. Y así para los proyectos de riego, y para las obras de salubridad y asistencia social. En cuanto a la honestidad,
¿sería preciso hablar?
Con todo esto no quiere sostenerse que la Reforma Agraria no haya producido ningún resultado favorable, sino simplemente que su éxito no ha sido tan grande como para imponerse a la opinión de todos. La verdad es que se encuentra en la peor condición posible: ha sido lo bastante honda en su aspecto destructivo para concitar contra ella todo el odio y la saña de quienes la sufrieron y de quienes tienen intereses opuestos a los principios que la inspiraron; pero, en el aspecto constructivo, su éxito no ha sido lo bastante transparente para mantener inquebrantable la fe de quienes esperaban de ella una vida decididamente mejor para diez o doce millones de mexicanos.
Daniel Cosío Villegas. La crisis de México, 1946, en http://www.inep.org/content/view/1825/44/
(recuperado el 27 de noviembre de 2007).
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